Té con Mara: Integrando la psicología budista y la terapia cognitiva contemporánea
- LAURA MANNUCCI
- 26 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 27 jun

¿Qué pasaría si, en vez de resistir la incomodidad o querer solucionarla , simplemente le hiciéramos un lugar? Le ofreciéramos un asiento en la mesa, sabiendo que no se va a quedar para siempre.
En una historia conocida de la tradición budista, Buda recibe la visita de Mara, figura que representa el miedo, la urgencia y la inseguridad. Pero en lugar de resistirse o evitarla, Buda la recibe con serenidad y la reconoce. En vez de alejarla, le ofrece una taza de té.
Esa imagen se convirtió en una enseñanza muy citada tanto en ámbitos contemplativos como clínicos (Kornfield, 2000). Lejos de ser una parábola simplista, ese gesto muestra una actitud psicológica con matices. En el budismo, la dificultad no es algo a combatir ni a eliminar, sino algo a enfrentar con presencia y compasión (Analayo, 2017).
Algo similar pasa en terapias basadas en la aceptación, como la Terapia de Aceptación y Compromiso (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999), donde se invita a las personas a notar y hacer espacio para pensamientos, emociones y recuerdos dolorosos, sin quedar atrapadas en ellos.
Este texto explora cómo se cruzan los aportes de la psicología budista y los enfoques terapéuticos modernos frente a la dificultad emocional y la flexibilidad psicológica.
Mara en los primeros textos budistas: una metáfora psicológica
En los primeros textos budistas, Mara aparece como una figura recurrente en momentos de conflicto interno. Aunque tradicionalmente se la describe como un ser externo, muchas interpretaciones contemporáneas la ven como una metáfora de experiencias internas: el miedo, la inseguridad o la necesidad de evitar lo que incomoda.
Mara suele aparecer cuando el Buda está solo, cansado o inseguro. En lugar de resistirse, simplemente reconoce su presencia:
Te veo, Mara. Entra, tomemos un té.
Esa respuesta refleja conciencia, no lucha. Más allá de su imaginería tradicional, Mara puede entenderse como un símbolo de esos patrones mentales que interfieren con nuestra claridad o nos frenan para actuar. En ese sentido, estos encuentros con Mara ilustran lo que hoy podríamos llamar conciencia no reactiva, una habilidad clave en muchas terapias basadas en mindfulness.
¿Por qué usar la metáfora de Mara?
No hace falta ser budista, ni espiritual siquiera, para encontrarle valor. No es una historia religiosa, sino una forma útil de hablar sobre cómo nos relacionamos con lo que nos molesta. Lo llamemos ansiedad, inseguridad o evasión, la mayoría de las personas conoce esa sensación que aparece y las aleja de lo que importa.
Mara le pone forma a ese momento. No para dramatizarlo, sino para identificarlo y poder tomar algo de distancia. Así, la imagen de tomar el té con Mara se vuelve una forma simple pero poderosa de afrontar lo incómodo con apertura en vez de resistencia.
No se trata de creer. Se trata de lo que resulta útil.
ACT y la evitación en la vida cotidiana
En la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), una idea central es la evitación experiencial: el hábito de "hacernos los tontos" frente a pensamientos o emociones que nos incomodan, incluso cuando eso termina generando más angustia a largo plazo.
La evitación puede tomar muchas formas. Algunas personas se imponen rutinas rígidas, como levantarse a las 5 de la mañana todos los días para ser “productivos”, buscando la descarga de dopamina que da el control.
Otras recurren al alcohol o a medicamentos para subir la serotonina que no logran generar de otra manera.
A veces pasamos horas mirando el celular, no para conectar, sino para silenciar una sensación de vacío. O usamos la actividad física como descarga, no como cuidado. Incluso prácticas espirituales pueden volverse excusas para no tocar lo que realmente duele.
Sentarse en silencio también puede ser una forma de desconexión, si nos aleja de nosotros mismos o de los demás.
No todo lo que nos hace sufrir es una lección de vida. Hay cosas que simplemente son difíciles, y hay que atravesarlas igual.
Presencia, propósito y decisiones pequeñas
Hay sabiduría en esas pequeñas elecciones cotidianas: prepararte algo rico y nutritivo después de un día largo, en lugar de devorarte las primeras galletitas que encontrás.
Cuidar tu cuerpo, registrar lo que necesita, no ignorarlo. Eso también es amabilidad.
Estos gestos simples, como elegir estar presente en lugar de ir en piloto automático, a veces valen más que cualquier mantra o retiro. No hace falta irse muy lejos para volver a lo que importa. A veces empieza en la cocina.
Lo que ayuda es tener claridad, una brújula interna, algo que ancle tus elecciones cuando tu mente está nublada.
Esa claridad no tiene que ver con perfección ni con control, sino con saber qué te importa, y poder volver a eso con suavidad, una y otra vez.
La aceptación, en este sentido, no es rendirse ni estar de acuerdo con lo que pasa. Es notar cómo tu mente se enreda, cómo tu cuerpo se tensa, y desde ahí elegir: qué es útil, qué está en tus manos, qué refleja quién querés ser.
Flexibilidad en vez de reacción
Invitar a Mara a tomar el té no es resignarse. Es tener el coraje de reconocer cuando estamos al límite, y frenar lo suficiente como para elegir un camino distinto. Uno guiado por lo que valoramos, no por el miedo.
Desde la neurociencia, esto implica activar la corteza prefrontal, incluso cuando la amígdala está haciendo de las suyas.
Es la flexibilidad cognitiva la que nos permite pausar, cambiar de perspectiva y actuar desde un lugar más claro.
La terapia puede tomar ideas del cerebro, de la investigación, de lo vivido y también de las tradiciones espirituales. Pero no necesitás seguir a Buda, ni a Jesús, ni al Corán. Lo importante es encontrar tu propia brújula. Algo que te ayude a recordar qué te importa cuando todo parece nublado.
Volver a empezar, aunque sea con té
No siempre vas a acertar. Vas a quedarte viendo videos hasta tarde, vas a comerte esas galletas, vas a cancelar esa caminata, o a gritarle justo a quien no tenía nada que ver.
Y tal vez después, te hagas un té de hierbas, estires un poco el cuerpo. No porque eso arregle todo, sino porque es tu manera chiquita de decir: bueno, acá estamos.
Elegir según tus valores no significa hacer solo lo que te hace sentir bien. Tampoco es una excusa para ponerte en modo “yo hago lo que quiero”.
Se trata de estar en contacto con lo que te importa, incluso cuando cuesta.
Si lográs hacerlo seis de cada diez veces, buenísimo. Dos de cada diez, también suma.
No es sobre hacerlo perfecto. Es sobre acordarte que podés elegir. Que tenés agencia.
Que podés frenar, mirar, y elegir algo que diga más sobre vos que sobre tu mal día.
No es escaparte. Es comprometerte. Con vos y con la vida, en todo su lío y su belleza. Y eso, por sí solo, ya es una práctica valiosa.
Cuando Mara vuelve a tocar la puerta…
Entonces, la próxima vez que Mara aparezca, no te escondas detrás de la cortina ni finjas que no estás.
Dejala pasar. Que hable como ansiedad, culpa, tristeza o esa vocecita crítica que nunca se calla. Escuchala un rato.
No hace falta que pelees. Pero tampoco que obedezcas. Serví el té. Y después, con tranquilidad, levantate. Salí a caminar. Prepará esa comida. Respondé ese mensaje. Llamá al plomero.
Mara no se queda. Vos sí.
Así es como se escribe tu historia. No en calma total, sino en medio del ruido, cuando recordás lo que te importa y das un paso, aunque sea chiquito, en esa dirección.
Laura Mannucci, psicóloga que también toma té con Mara.
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