Si el trabajo dejara de estar en el centro, ¿qué más podría haber en mi vida?
- LAURA MANNUCCI
- 8 mar
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 jun

Tal vez al principio intentar hacer ese espacio se sentiría como un abismo. Como cuando sacás un mueble pesado después de años y queda esa marca en el piso, testigo de todo el tiempo que estuvo ahí, sin moverse. Al principio lo mirás raro, como si la ausencia pesara más que la presencia. Pero después… te das cuenta de que ahí hay un espacio listo para ser habitado.
No se trata de renunciar de golpe, ni de ignorar que las cuentas siguen llegando a fin de mes. No todos podemos simplemente soltar y ver qué pasa. Pero lo que sí podemos es preguntarnos: ¿hasta qué punto el trabajo se ha llevado más espacio del que le corresponde? ¿Dónde podríamos hacerle lugar a otras cosas, sin que eso signifique descuidar lo que necesitamos para vivir?
A veces nos vendemos la idea de que no hay alternativa. Que así es la vida, que esto es lo que toca. Pero la vida no es solo productividad, no se mide en pendientes resueltos ni en bandejas de entrada vacías. La vida también está en esas pausas que nos damos permiso de tomar.
Tal vez no podemos cambiar de trabajo, pero sí podemos cambiar la relación que tenemos con él. Podemos hacer espacio para el café sin prisa, para la caminata que no es solo para ir de un lado a otro, para el mensaje a ese amigo con el que siempre decimos que hay que juntarse pero nunca concretamos. Para una copa de vino al final del día, charlando de cualquier cosa y de todo a la vez, sintiéndonos por un rato parte de algo más grande que la rutina.
No es que el trabajo esté mal. Nos da sustento, propósito, a veces incluso placer. Pero cuando todo gira en torno a él, cuando no queda energía para nada más, algo se desbalancea. Y no siempre es fácil verlo hasta que el cansancio nos pasa factura.
Entonces, ¿cómo encontrar ese equilibrio?
No hay una respuesta mágica. No es un cambio inmediato ni perfecto. Pero sí podemos empezar por notar dónde podríamos recuperar pequeños fragmentos de nuestra vida. Tal vez sea decir más veces “basta por hoy” sin culpa. Tal vez sea hacer un plan que no dependa de si estamos demasiado agotados para disfrutarlo. Tal vez sea simplemente permitirnos sentir que la vida no debería ser solo trabajo.

Porque la vida también es el abrazo de una amiga que nos recuerda quiénes somos más allá de lo que hacemos. Es la risa espontánea, la conversación que se alarga sin mirar el reloj, el libro que leemos sin pensar en ser más productivos, la sensación de que hay algo nuestro que sigue intacto, más allá de las obligaciones. Un momento para robarle a la prisa un tiempo para mirar el cielo, para notar si las nubes están apuradas o si flotan mansas, como si tampoco tuvieran urgencias.
No siempre es fácil, pero es posible. No se trata de soltarlo todo, sino de sostener lo que realmente importa porque hay preguntas que no se responden con la cabeza, sino con el cuerpo y el costo de no cambiar también pesa. Y pesa todos los días, en los suspiros que largamos sin darnos cuenta, en el cansancio que no se va con dormir más horas, en esa sensación sutil pero insistente de que algo no está donde debería estar.Un baile entre el coraje y la duda, entre el impulso de ir y la tentación de quedarse.
Así que, ¿qué ingredientes tendría tu vida si el trabajo dejara de ser el centro?
Tal vez no lo sabés todavía. Pero si cerrás los ojos y te escuchás bien, hay algo en vos que ya tiene la respuesta Laura.

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